Tengo que admitir que esta sí me costó bastante, de hecho, no dejo de pensar en todo lo sucedido hasta llegar a este punto. Es como si no terminara de aceptar que mi salud mental debe tener un cuidado más profundo de lo que creía.
Comencé la primera ingesta en la noche, cerré los ojos y durante la madrugada, sentí ataques de pánico, estaba sobresaltada, pero luego me tranquilizaba y dormía.
Al despertar, todo me daba vueltas y peor aún, ¡iba a arruinar mi rutina! Me levanté y comencé mi día de manera usual a pesar del malestar. Mi mente solo me repetía y acusaba ¿Cómo llegaste a esto? ¿Cómo llegué a esto? Y ni hablar del miedo y la vergüenza de que alguien se diera cuenta de que algo me pasaba.
Las voces sonaban lejanas a pesar de estar físicamente cerca, pero paradójicamente cada sonido era como una comparsa en vivo al lado de mi oído. Más náuseas, bostezos y miedo ¿Cómo hacen otros con una situación similar? ¿Cómo no salen corriendo a un agujero negro? ¿Qué hicimos para merecer este tormento?
Sí, sonaba así de trágico en mi cabeza...
En el transcurso del día las cosas han mejorado. Sigue el mareo, la incertidumbre y la duda sobre si me están guiando por el camino correcto.
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