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La experiencia: el pilar de la vida



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“Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas” (Don Quijote de la Mancha).
El ser humano a lo largo de su vida −sin importar cuán próspera o no lo sea− va experimentando una serie de acciones que ocurren, dicen algunos, por azar o por predestinación. Dejando a un lado la o las causas que producen el vivir, es importante enfocarse en el porqué de tantos cambios a lo largo de la existencia del hombre; cambios referidos a la personalidad, opiniones, visiones, ideologías ¿Qué hace al hombre creer sin dudar? ¿Qué lo hace dejar de creer?: La experiencia.

Para entenderlo de manera práctica se explicará con un ejemplo sencillo, de un niño, que cree ciegamente que los regalos recibidos en Navidad son producto de un “milagro especial” y cada año escribe una carta que “mágicamente” desaparece con su petición. Por más que algún coetáneo le repita que detrás de todo está el engaño de los padres; el niño no lo cree, hasta que un día encuentra los regalos que pidió en el cajón de sus padres (en un lugar escondido) y en el peor de los casos una paca de cartas amarradas a un cordón, cada una de ellas con el nombre del pequeño como remitente.
A pesar de las advertencias, el niño ―ya no tan niño― comprendió que solo se trata de una ilusión que en cierto modo resulta absurda, ya que después de tantas alegrías que pudo causarle, el golpe de la mentira acabó con los buenos recuerdos. Lo mismo ocurre con las ideologías, historias de amor, creencias, religión, entre otros. La terquedad y el sesgo humano solo son derrumbados por lo que se siente en carne propia ¿Cuántos no han aconsejado basándose únicamente en la lógica? ¿Cuántos no se han visto en la misma situación? ¿Cuál ha sido la reacción?: Totalmente diferente a la que pensó que tendría en un momento determinado. Una mujer engañada, si realmente “ama”, brinda una segunda oportunidad, a pesar de que la mejor amiga haya insistido en que no viera mas a ese hombre; luego años, meses o días después la amiga se ve envuelta en la misma situación y cede al igual que la mujer engañada en un principio.

La experiencia crea héroes y también villanos; lo grande y lo terrible no es lo que le ocurre a cualquiera de ellos, sino como lo asimilan y lo aplican a lo largo de su vida ¿Qué héroe o villano no posee un pasado triste y en soledad? ¿Ambos no pretenden cambiar el mundo? Sí, pero de distintas maneras y con un detalle en común: se vuelven más fuertes y precavidos.

Túcidides, historiador ateniense, decía que entre los hombres no hay diferencia, la grandeza de uno u otro consiste en aprovechar las lecciones. El hombre desde que pisa el mundo comienza a experimentar: el aprender a caminar parece un imposible en principio y hablar, ¡ni se diga! La experiencia te enseña a perseverar, a creer, te impulsa y crea oportunidades infinitas. La juventud está llena de las semillas de experiencia; la vejez es la planta en su mejor momento pero cerca de marchitarse ¿Acumular experiencias? ¿Vivir al máximo? ¿Recordar lo bueno y malo? La filosofía habla de que la experiencia es el origen del conocimiento pero también su límite, porque conocemos lo que esta brinda y no más allá.

Definitivamente puede decirse (tal como Don Quijote en la frase inicial de este ensayo) que la experiencia es el pilar fundamental en la vida de cada hombre; sea positiva o negativa, mantiene las ganas de vivir y de enfrentar los retos que se presenten ―o alejarse de ellos―. Ninguna escapa de la memoria, unas son compartidas y otras quedan como secretas.
“Una experiencia nunca es un fracaso, pues siempre viene a demostrar algo” (Thomas Alva Edison ).

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